Fruto de la discordia o motivo para ella, la discordia milenaria achacada a Eva pero también impugnable al Dios intransigente, castigador, exigente, cruel, redimido para los gentiles por su hijo encarnado, peligrosamente encarnado en una carne tentable, palpable, amable, carne de fruto, fruto de sabiduría degustado pero no digerido y por ello hoy estás en el centro de esa arquitectura cuasi-infranqueable en medio de un paisaje tan desolado.
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